Tsuba - La guarda del sable japonés

Como veremos, la guarda de estos sables tiene casi siempre un valor artístico especial por cuanto está ricamente cincelada; también existen colecciones de estas guardas de sable que son verdaderas obras de arte, el valor de algunas es extraordinario. Se comprende ahora que la belleza del sable tenía singular importancia; las tsubas llegaron a ser en Japón un poco lo que fue la cerámica en China: un motivo para que los grabadores y los artesanos crearan obras de arte en las que el dibujo y el relieve testimoniaban excepcional talento. Paisajes, flores, animales, simbolismo, dibujos geométricos: todo se encuentra en las tsubas de los sables japoneses.
En estas placas tan pequeñas y además perforadas para permitir que pasara la hoja del sable, los artistas japoneses han creado verdaderas maravillas. En la Edad Media japonesa, la guarda era pesada, grande y decorada sólo con algunas perforaciones que formaban un diseño en negativo. Se encuentran tsubas de esta época con dos pequeñas perforaciones algo juntas: servían para dar paso a un cordón, udenuki, que fijaba el arma a la muñeca del guerrero. Estas tsubas antiguas son pesadas y muy sonoras, al punto de que suelen sonar como campanas al ser golpeadas. Interesan desde el punto de vista histórico y como mera curiosidad, pero no ofrecen atractivo especial para el artista.
Hay que esperar hasta el shogunato de los Tokugawa (1603-1868) y la paz brillante de esta época para que la tsuba del sable se haga más decorativa, hasta convertirse en una joya de decorado, llegando ya al final a la sobrecarga de decorados, incrustaciones de otros metales y hasta de esmaltes. En éstas, el orfebre volcó toda su inventiva y su arte. Ilustró las innumerables leyendas, hechos históricos, dichos populares, mitos religiosos, emblemas heráldicos en pequeños cuadros llenos de poesía. Todo un mundo fabuloso, inquietante o encantador se revela en ellas.
En las representaciones humanas, hay algunas que son verdaderas miniaturas: guerreros tirando con el arco o ascetas budistas meditando en la selva, taoístas chinos en la orilla de un río, monjes caminando y mirando las aves salvajes que simbolizan la libertad espiritual, las llamas y el humo de una hoguera recuerdan el fin de la vida y la paz budista; una tsuba, por ejemplo, muestra un magnífico guerrero, de pie y preparado para la lucha. Quizás los animales, más que los otros temas, nos suscitan el recuerdo de las lacas del siglo XVI.
El paisaje de un plenilunio con sus aves (grullas y patos salvajes) en las nubes se asemeja a una pintura Zen. Las flores, las hojas y la decoración floral fueron muy utilizadas por los artistas; el crisantemo, la flor del cerezo, el loto se emplearon con frecuencia. Hay que tener en cuenta que el crisantemo de 16 o de 32 pétalos no indica que el sable haya pertenecido a un emperador, sino que fue hecho para un miembro de la casa real, un personaje de la guardia personal del emperador o algún dignatario al servicio del emperador.
El estudio de las tsubas es indispensable para quien quiere conocer la estética japonesa; son un testimonio de los siglos en los que Japón vivió una cultura extraordinaria, plena de arte, de poesía y de belleza. En aquel entonces las otras culturas asiáticas, la cultura de Persia, de la India y de China, ya habían finalizado el ciclo de su evolución, sólo Japón conservaba en su arte y en su política toda su capacidad de creación y de renovación.

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