Triunfar en la vida

La historia es un extraordinario muestrario, donde aparecen como cristales de colores que varían de tonalidad según la luz, las diferentes ideas que han configurado los estilos de vida del hombre. Cada periodo tiene sus parámetros, y en el camino incesante de la búsqueda, los humanos se rigen por esos modelos tratando de seguirlos y obedecerlos, tanto como no lo harían con ninguna otra idea que proviniese de otra fuente. Lo comúnmente aceptado es ley, y de acuerdo al transcurso de los tiempos, hay aceptaciones que tienen más fuerza que las leyes. Así en todo momento, el éxito ha sido una meta, aunque no siempre se ha considerado el éxito de la misma manera. Lo que señalaba el triunfo de un siglo, o en una década atrás, hoy puede ser un anhelo desenfocado y pasado de moda, a la par que otras ambiciones han ocupado el lugar de las anteriores. Una sola cosa permanece: el deseo del éxito, la necesidad de triunfar, el hecho de ser aceptados y tomados en consideración por los demás, ajustándose a la ley que hace del conjunto –nosotros y los demás- una masa coherente en la que no se puede sobresalir ni siquiera para encontrar ese éxito por otros derroteros. Las estadísticas ocupan páginas y páginas en docenas de publicaciones. Está muy claro que en estos años, el triunfo está delimitado por el prestigio social, y el poder económico, de los cuales pueden derivar otras formas de poder que a su vez aumentan el prestigio. Cierto es que la investigación, las ciencias, las artes, el conocimiento en general ocupan un lugar, cada vez más pequeño. El saber es un bello adorno que, salvo excepciones, viene unido al mencionado prestigio de una sólida posición social avalada por una respetable fortuna económica.

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