
"Cuando comencé en el Aikido no podía dar ni siquiera una voltereta, así que cuando rodé por primera vez hacia adelante sentí que el día había sido provechoso".
"En medio año mi cuerpo se volvió tan ligero como una pelota cuando me lanzaban. Creo que el Aikido me hizo más fuerte como persona, y, a pesar de que no tengo especiales ideas acerca del budo, creo que estoy aprendiendo a apreciarlo".
"Una de las razones por la que continúo en el dojo es por su ambiente armonioso. Procuro practicar con distintos tipos de personas, y no hay rivalidad, puesto que nadie gana ni pi

"Cuando empecé a dominar el principio del movimiento esférico, mi habilidad para manejar mis quehaceres diarios mejoró. Ya no pierdo tiempo, y mi mundo se ha vuelto más rico y más lleno. El Aikido es una parte necesaria de mi vida. Ahora no podría vivir sin él".
Comentarios como éstos proceden de profesoras del colegio, oficinistas, amas de casa, estudiantes, médicos, secretarias y otras, de edades y profesiones diferentes. A pesar de las diferencias, percibo un fondo común. Todas han captado, más o menos, la esencia del Aikido, intuitiva y experimentalmente.
De "El Espíritu del Aikido" Kisshomaru Ueshiba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario