Otro 26 de abril

Un día O’Sensei dio su última clase. Nadie pensó en ese momento que aquella sería la última. Pero así fue. Su salud se deterioró rápidamente y al poco tiempo su paso por este mudo quedó en el plano de los recuerdos. Esa fue realmente una clase muy especial. Pero, en algún sentido, todas las clases de Aikido son especiales porque son enteramente distintas entre sí, como sucede con cualquier interpretación musical, o representación de una obra de teatro, pues como en el caso de un arte marcial, el Aikido, es también una manifestación del arte. El Aikido como arte, nos ofrece la posibilidad de realizarlo como una expresión aun inacabada. Siempre podemos modificarla, pulirla para mejorarla, pues es en última instancia plenamente perfectible.
En general las artes o técnicas de Aikido no se repiten de clase en clase, aunque las clases sean consecutivas. Y aunque se repitiesen, también serían distintas entre sí, porque nosotros constantemente nos modificamos, es decir, realizamos cada técnica de manera diferente, ya que cambiamos y somos distintos de instante en instante. Desde el momento de la gestación comenzamos un largo proceso de desarrollo que se verifica invariablemente. Por ello somos diferentes a medida que transcurre la vida, y por esa misma razón, nuestro Aikido, en el transcurso del tiempo también es nuevo. Por ello mismo, cada clase de Aikido es especial porque es distinta de las demás. Es otra. Pero fundamentalmente puede ser especial porque quizás sea la primera clase de Aikido de nuestra vida; y en tal caso, difícilmente podremos olvidarla.
Pero también puede ser especial porque tal vez, tengamos que postergar nuestra práctica por algún motivo, o quizás también resulte ser la última. Es cuestión entonces de dar todo lo que uno tiene de sí. Hacer todo lo posible. Practicar con toda la Energía y entusiasmo disponibles. Estar plenamente presentes en cuerpo y mente, aquí y ahora, en este momento, que sólo importa, pues el pasado es un vago recuerdo y el futuro, apenas una mera posibilidad. No sabemos con certeza si después de nuestra última clase de hoy tendremos otra oportunidad para volver al Dojo a “practicar” una vez más. Por lo tanto, y en definitiva, hoy puede ser tu primer clase de Aikido pero también, puede ser la última. Sólo se requiere conciencia al respecto para ver con cierta amplitud lo que hoy uno puede recibir, hacer propio para mejorar, crecer y dar, pero también es cierto que lo alcanzado puede escapársenos de las manos, y aquello que una vez nos acompañó, en un instante puede alejarse y perderse para siempre. Muchas veces oímos decir que “este es el mundo de la ilusión” y todo en la vida es efímero, pasajero. Pero no es cuestión de lamentarlo. Por el contrario, hay que poner manos a la obra y trabajar denodadamente hasta el final, pues no sabemos cuanto tiempo tenemos. Y aquella conciencia de la que hablábamos es, pues, la medida de nuestras decisiones. Así, luego de una profunda reflexión podemos tomar la decisión que nos conduce a la acción inminente. Esto representa la tranquilidad de ánimo que nos hace saber que todo lo hecho fue en cantidad y calidad lo mejor que podríamos haber realizado, en ese momento. En cuanto a la clase de Aikido, la perspectiva es la misma. Debe ser plena hasta el final porque puede ser la última. De todas maneras, y seguramente, hoy va a haber una clase muy especial.

No hay comentarios: